Tras cinco años desde la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) por las Naciones Unidas, casi todos los países han presentado avances en su consecución, pero de forma muy heterogénea.
La falta de datos fiables respecto a muchos indicadores es uno de los principales problemas y la pandemia de la COVID-19 no ha hecho sino empeorar esta situación.
El ODS 3, referido a salud y bienestar, y en el que destaca la consecución de la cobertura sanitaria universal, sigue sin presentar avances significativos, siendo la protección financiera frente a gastos sanitarios la que muestra peores resultados.
Han pasado cinco años desde la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) por Naciones Unidas (NN. UU.), 17 objetivos y 169 metas que buscan disminuir la inequidad en el mundo sin dejar a nadie atrás. Los ODS plantean una visión integral e indivisible, y buscan equilibrar las tres dimensiones del desarrollo sostenible: la económica, la social y la medioambiental. Casi todos los países han presentado avances en su consecución, pero éstos no han sido homogéneos. Cada país ha elegido además qué priorizar.
La falta de datos fiables respecto a muchos indicadores es uno de los primeros problemas. El informe “Niveles de clasificación para los indicadores globales de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, de julio de 2020, presentado por el Grupo de Expertos sobre Indicadores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (IAEG-SDGs, en sus siglas en inglés), de la Comisión de Estadística de NN. UU., muestra cómo hay aún 106 indicadores que los gobiernos no generan regularmente. La pandemia de la COVID-19 está empeorando esta situación. En una encuesta mundial hecha por NN. UU. y el Banco Mundial (BM), a la que respondieron 122 países, se mostraba cómo el 65% de sus oficinas estadísticas estuvieron cerradas parcial o totalmente en medio de la pandemia. Además, el 97% de los países que respondieron de África Subsahariana y el 88% de América Latina indicaron que la producción de sus estadísticas periódicas se había visto afectada.
El análisis de los progresos de los ODS es, por tanto, un elemento esencial. Lamentablemente, la pandemia de la COVID-19 ha impactado de forma negativa en casi todos ellos: ha disminuido la posibilidad de acabar con la pobreza extrema; ha aumentado el hambre y la inseguridad alimentaria; ha afectado a la enseñanza; ha aumentado el riesgo de la violencia de género; la economía mundial se ha visto tremendamente afectada; y existe la posibilidad de que, si seguimos degradando el medio ambiente, puedan aparecer más enfermedades infecciosas.
“Garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades” constituye el ODS 3, que consta de 13 metas y 28 indicadores. Entre todas estas metas, la cobertura sanitaria universal (CSU), su eje, es la que más preocupa, pues sin ella es muy difícil mejorar el resto.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene, además, otro listado de indicadores más extenso, 43, que aparecen en el informe “Estadísticas de Salud Mundial 2019”. De ellos, 24 (el 56%) experimentan progresos en los últimos años y 5 (11,6%) se encuentran estancados o han empeorado.
En particular, el ODS 3 ha contado con una iniciativa de colaboración entre 12 instituciones multilaterales, el “Plan de Acción Mundial en favor de una Vida Sana y Bienestar para Todos”, que busca ayudar a que los países aceleren sus progresos. En 2020 presentó su primer informe de progreso, y aunque se mencionan éxitos, como la mejora en la colaboración entre estas agencias, algunas organizaciones de la sociedad civil ven debilidades, como la falta de concreción de su participación y del papel que van a jugar las organizaciones lucrativas en este Plan.
“Lograr la CSU, incluida la protección contra los riesgos financieros, el acceso a servicios de salud esencial de calidad y el acceso a medicamentos y vacunas inocuos, eficaces, asequibles y de calidad para todos” es la meta 3.8. del ODS 3.
Esta cobertura se fundamenta en tres pilares: dar más servicios a la población, cubrir a más personas por el sistema sanitario y disminuir los gastos individuales por gastos sanitarios, causa fundamental del empobrecimiento de millones de personas cada año. Para ello cuenta con dos indicadores:
3.8.1. Cobertura de los servicios de salud esenciales (definida como cobertura media de los servicios esenciales entre la población general y los más desfavorecidos, calculada a partir de intervenciones trazadoras como las relacionadas con la salud reproductiva, materna, neonatal e infantil, las enfermedades infecciosas, las enfermedades no transmisibles y la capacidad de los servicios y el acceso a ellos).
3.8.2. Proporción de la población con grandes gastos sanitarios por hogar como porcentaje del total de gastos o ingresos de los hogares.
Todo apunta a que los países no están cumpliendo con esta meta. De los dos primeros pilares, sólo entre un tercio y la mitad de la población mundial ha tenido cubiertos sus servicios esenciales de salud y esta cifra disminuye cuando hablamos de los países más empobrecidos: solamente alrededor del 20% de las personas de los países de bajos ingresos tienen cubiertos estos servicios esenciales de salud. Además, estos servicios esenciales no cubren todas las demandas. El índice de cobertura de servicios muestra que ha habido avances mundiales desde el año 2000 -cuando alcanzaba un 45%- hasta 2017 -cuando se llega al 66% de la población mundial-. Sin embargo, se necesitaría reforzar los sistemas sanitarios en muchos países para conseguir este objetivo, dirigiendo este refuerzo hacia la atención primaria de salud, cuya mejora salvaría 60 millones de vidas de aquí a 2030.
En cuanto al tercer pilar, la protección financiera, es el que peores resultados muestra: la cantidad de personas que incurren en grandes gastos directos de atención médica ha ido en aumento. En el año 2000, el 9,4% de la población mundial, 927 millones de personas, gastaba de su bolsillo más del 10% de su presupuesto familiar en atención médica, cifra que aumentó hasta el 12,7% en 2015. Y el número de personas que gastaban más del 25% también creció, de 1,7% a 2,9%, alcanzando los 210 millones de personas.
Para lograr los objetivos de atención primaria de salud, se requiere una inversión de 200.000 millones de dólares al año, y si queremos mejorar la CSU de forma integral, se requeriría añadir otros 170.000 millones de dólares. Esta inversión es apenas el 5% de los 7,5 billones de dólares que el mundo gasta en salud cada año.