La Asamblea extraordinaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2021, fue un momento crucial para abordar las deficiencias en la respuesta a la pandemia de COVID-19, cuando aún todos los países notaban directamente sus consecuencias. En esa asamblea, los países se comprometieron a crear un Órgano de Negociación Intergubernamental, abierto a todos los Estados Miembros y Miembros Asociados, para desarrollar un instrumento internacional que mejore la prevención, preparación y respuesta a futuras pandemias.
Después de dos años y medio y nueve reuniones, el Órgano de Negociación Intergubernamental de la OMS presentó el borrador del Tratado o Acuerdo Pandémico, en la Asamblea de la OMS en mayo de 2024. Desgraciadamente, este borrador no fue aprobado, y después de varias deliberaciones se decidió seguir con las negociaciones esperando llegar a un consenso antes de la asamblea de mayo de 2025. El motivo de este retraso proviene de la falta de acuerdo entre los Estados Miembros en el contenido del Tratado Pandémico, lo que muestra una vez más la dificultad de establecer acuerdos cuando tantos intereses, incluidos los comerciales e ideológicos, están encima de la mesa. En las deliberaciones previas a la Asamblea se habían conseguido algunos consensos, pero no fueron suficientes. La falta de consenso en puntos clave demuestra la complejidad de abordar una respuesta global coordinada frente a futuras pandemias. A pesar de los esfuerzos, solo se logró un acuerdo total en 8 de los 17 puntos de la introducción, y en 17 de los 37 artículos de la propuesta, un modesto 54%
Las divergencias han surgido por diferentes razones. Las que tienen que ver con asuntos técnico-administrativos, se pueden resolver en el plazo acordado. Sin embargo, las divergencias más profundas tocan la esencia misma de cómo entendemos nuestros modelos sociales y económicos. Sin una base sólida y consensuada en estos aspectos fundamentales, el Tratado Pandémico pierde su coherencia y capacidad innovadora.
El primer punto de conflicto proviene del grado de importancia que se les da a las inequidades de género en los problemas de salud. En la introducción un grupo de países (los más beligerantes fueron Irán, Rusia, Egipto, Arabia Saudí y Nigeria) no aceptó la inclusión de un párrafo donde se pedía que se adoptaran medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en la esfera de la atención médica, algo relacionado claramente con el acceso a los medios diagnósticos y terapéuticos de las mujeres en las pandemias. La discriminación de género en la salud es una cuestión crítica que afecta directamente la equidad y la efectividad de cualquier medida de salud pública. Es esencial que cualquier tratado o acuerdo global considere y aborde estas disparidades para ser verdaderamente inclusivo y efectivo. Lamentablemente, esta falta de sensibilidad con el género se ha extendido a otras declaraciones, donde se han visto afectadas las diferentes menciones a equidad o perspectiva de género, algo que tiene mucha más profundidad que hablar solamente de desigualdades de género. Esta situación es preocupante, ya que la eliminación de referencias a la perspectiva de género en las resoluciones de la OMS, socava los esfuerzos por promover la equidad y justicia en la atención médica. En concreto, y además del Tratado Pandémico, se han visto afectadas las resoluciones sobre salud mental, preparación para emergencias, economía de la salud, clima y participación social. Según algunas fuentes que cita Health Policy Watch, Rusia pretendía eliminar la palabra “sexual” en el término ampliamente aceptado (incluso por la propia Rusia) de salud sexual y reproductiva. En el caso de la Resolución de la Economía de la Salud, Nigeria inicialmente se opuso a utilizar los términos “equidad de género” o “promover la incorporación de la perspectiva de género”. Y en la Resolución sobre Cambio Climático y Salud, aunque se hayan dejado tres menciones sobre desigualdades de género, se han eliminado las de perspectiva de género. Solamente una enmienda presentada por Rusia, Arabia Saudí y Nigeria, que pretendía cambiar la “perspectiva de género” por “tener en cuenta consideraciones de igualdad de género y diferentes necesidades” en una Resolución destinada a fortalecer la capacidad de los países para hacer frente a los Riesgos y desastres naturales, fue derrotada por 76 votos a 8. Debería ser innegociable una mayor presencia de la mención de la equidad de género en el documento, por ejemplo, en el artículo 17, que habla de “enfoques que abarquen a todas las instancias gubernamentales y a toda la sociedad”. Si de verdad queremos que este Tratado sea incluyente, es crucial que los países que apoyan la equidad de género respondan con firmeza para asegurar que estos temas se mantengan en la agenda internacional y se avancen en políticas inclusivas.
Otros aspectos conflictivos que se han discutido tienen que ver con la economía global y el modelo económico actual. La falta de interés de algunos países en ceder parte de su producción de productos médicos y diagnósticos a la OMS es una de las causas principales del retraso en la firma del Tratado Pandémico. La propuesta se centraba en solucionar estas inequidades (puestas al descubierto durante la pandemia) ampliando la capacidad para compartir conocimientos y tecnologías, mejorando la distribución equitativa de productos y abordando los obstáculos creados por la propiedad intelectual. Además, buscaba fortalecer el papel de la OMS en la gestión de futuras pandemias, con el objetivo de garantizar una respuesta más rápida y efectiva, especialmente en los países más vulnerables. Sin embargo, la falta de consenso en estos aspectos ha complicado la adopción del tratado. Aceptar esta nueva forma de actuar supondría cambios muy profundos que afectan a intereses comerciales muy concretos, por lo que la resistencia está asegurada.
En los artículos 10 y 11 del borrador del Tratado Pandémico se describía la necesidad de conseguir una producción sostenible y diversificada geográficamente de todos los productos necesarios para afrontar una pandemia, así como la apuesta por una transferencia de tecnología, conocimientos técnicos y productos médicos a las regiones más vulnerables para que sean más independientes en su respuesta. Estas formulaciones tan generales, que no especifican cantidades o plazos e incorporan en muchos casos coletillas tales como “condiciones mutuamente acordadas”, dificultan la posibilidad de alcanzar cambios significativos, manteniendo el statu quo actual que como se sabe, fue parte del problema para no conseguir una respuesta rápida y eficaz. En estos artículos, el asunto más conflictivo se relaciona con la petición de que los titulares de las patentes o de las licencias pertinentes para la producción de productos de salud relacionados con las pandemias deberían renunciar al cobro de regalías, algo que provocaba disensión entre los países, o cobrar “unas regalías razonables”, algo inespecífico y que fue aceptado, donde las empresas podrían seguir haciendo lo mismo que hasta el momento.
Pero es en el papel de la OMS donde existen más discrepancias. La propuesta quería que la OMS tuviera un papel más protagónico en futuras pandemias. Pretendía que liderara directamente gran parte de la gestión de futuras pandemias, sin tener que depender tanto de los intereses o de la voluntad de algunos de los países más avanzados. Para ello, se proponía establecer un sistema multilateral que gestionara y coordinara la OMS para el acceso seguro, transparente y responsable de la información de los patógenos con potencial pandémico. Esta información es la base para elaborar nuevos productos médicos y de diagnóstico, la base del denominado Sistema de Acceso a los Patógenos y Participación en los Beneficios (Sistema PABS) de la OMS, una iniciativa crucial que permitirá compartir patógenos y beneficios derivados de productos médicos y diagnósticos de manera equitativa y rápida durante futuras pandemias. Finalmente, los países solo aceptaron la coordinación y no la gestión única de la OMS; es decir, los países han optado por mantener un mayor control y participación directa en las decisiones, cuando la OMS ya representa a todos los países. En el trasfondo del debate aparece la complejidad de equilibrar la soberanía nacional frente a la necesidad de articular una respuesta global eficaz.
Otro punto crítico que aparecía en el artículo 12, proponía reforzar significativamente la capacidad de la OMS para responder a futuras pandemias. Se proponía que, en caso de una nueva pandemia, la OMS tuviera acceso en tiempo real al 20% (el 10% en forma de donación y el 10% a precios asequibles para la OMS) de la fabricación de productos de salud relacionados con las pandemias que fueran seguros, eficaces y efectivos. Esta propuesta, que realmente debería ser un primer paso hacia una gobernanza pública en salud más profunda, donde la gestión global debería recaer en la OMS, ha tenido una respuesta negativa por parte de los países donde residen las empresas que tienen la tecnología de estos productos, seguramente influenciados por esas propias compañías privadas. Pero no podemos achacar solamente a la empresa privada este comportamiento de los países. Muchos de ellos están a menudo influenciados por ideologías políticas y sentimientos nacionalistas que, aunque comprensibles, dificultan una respuesta global.
La aprobación del Tratado Pandémico es una oportunidad crítica que no se debería dejar pasar para redefinir la respuesta a los retos globales. El interés general debería primar sobre los intereses comerciales o políticos si se quiere una respuesta efectiva y equitativa en futuras crisis. Es imperativo que los países actúen ahora construyendo acuerdos que fortalezcan nuestra capacidad de enfrentarnos a los desafíos futuros.