Paloma Martin de Miguel
Responsable de Operaciones para África - Acción Contra el Hambre
La declaración de hambruna es un acto de última instancia, que refleja que la inseguridad alimentaria ha alcanzado niveles críticos, donde la falta de alimentos y la desnutrición extrema ponen en peligro la vida de una gran parte de la población. En Sudán, un país de aproximadamente 44 millones de habitantes con una rica diversidad cultural, que abarca influencias árabes, africanas y nubias, esta situación fue oficialmente reconocida por la ONU el 1 de agosto de 2024. Esta declaración afecta principalmente a las regiones de Darfur y Kordofán, y es un evento infrecuente a nivel mundial. En las últimas décadas, la hambruna solo se ha declarado en cuatro ocasiones: Sudán del Sur (2017), Somalia (2011), Corea del Norte (1995) y Etiopía (1984). Antes de la crisis actual, Sudán ya enfrentaba graves desafíos en el ámbito de la salud y la nutrición. El país contaba con una infraestructura sanitaria debilitada por años de conflicto y escasa inversión. En muchas áreas rurales y zonas de conflicto, el acceso a servicios médicos era muy limitado, con tasas de vacunación bajas y alta prevalencia de enfermedades como el sarampión y el cólera debido a las deficientes condiciones de agua y saneamiento.
En términos de nutrición, el país ya enfrentaba una alta prevalencia de desnutrición. Aproximadamente el 15% de los niños menores de cinco años sufrían de desnutrición aguda, con un impacto significativo en el desarrollo físico y cognitivo de los menores. Estas condiciones preexistentes colocaron a muchas comunidades en una posición extremadamente vulnerable ante cualquier interrupción en el suministro de alimentos. Con la declaración de hambruna, se estima que más de 25 millones de sudaneses están en situación de inseguridad alimentaria severa, y al menos 755.000 personas están en condiciones de hambruna. La escalada del conflicto ha desplazado a millones de personas, interrumpido las cadenas de suministro y devastado la producción agrícola. En campos de desplazados internos como el de Zamzam, cerca de El Fasher en Darfur, miles de personas se encuentran atrapadas sin acceso a alimentos, agua potable o servicios de salud adecuados. La combinación de un sistema de salud ya debilitado, altos niveles de desnutrición preexistentes y la falta de acceso a servicios esenciales ha llevado a una situación catastrófica. La intervención internacional y una respuesta humanitaria urgente son necesarias para evitar una crisis humanitaria aún mayor.
El conflicto en Sudán, que comenzó en abril de 2023, es otro episodio de una larga historia de inestabilidad y violencia en el país, que ha tenido pocos años de paz desde su independencia en 1956. Este nuevo enfrentamiento involucra a las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Las SAF representan el ejército regular de Sudán, mientras que las RSF, una fuerza paramilitar derivada de las milicias Janjaweed, han luchado por el poder y el control territorial. Sudán ha atravesado múltiples conflictos desde su independencia, incluyendo dos guerras civiles devastadoras: la primera de 1955 a 1972, y la segunda de 1983 a 2005, que resultó en la independencia de Sudán del Sur en 2011. Además, la región de Darfur ha sido escenario de graves enfrentamientos desde 2003, caracterizados por una crisis humanitaria que atrajo la atención internacional debido a las atrocidades cometidas por las milicias Janjaweed.
El conflicto actual se intensificó debido a desacuerdos sobre la integración de las RSF en el ejército nacional y la distribución de recursos. Esto ha desencadenado una violencia generalizada que ha desplazado a millones de personas, agravando una situación humanitaria ya de por sí crítica. La interrupción de los suministros básicos y el colapso económico han exacerbado la inseguridad alimentaria y la crisis de hambruna, situando a la población en una situación de extrema vulnerabilidad
A pesar de los desafíos significativos, la comunidad internacional y organizaciones como Acción Contra el Hambre han respondido con esfuerzos humanitarios cruciales. Una de las iniciativas clave ha sido la implementación de Emergency Rooms (ERs), que operan en las zonas más afectadas, brindando alimentos, atención médica y otros servicios esenciales. Las Emergency Rooms en Sudán no surgieron de manera fortuita; están profundamente arraigadas en la rica tradición cultural del país. En Sudán, la hospitalidad no es solo una cortesía social, sino una parte fundamental de la identidad cultural conocida localmente como “Al Ihsan”. Esta práctica refleja la disposición de los sudaneses a abrir sus hogares y compartir alimentos con los más necesitados, encarnando una cultura de generosidad y solidaridad que se ha transmitido de generación en generación. La tradición de hospitalidad en Sudán incluye actos como invitar a extraños a unirse a las comidas familiares y ofrecer una variedad de platos tradicionales, como "Ful Medames" y "Kisra". Esto demuestra un respeto genuino y una calidez hacia todos los visitantes, independientemente de su origen. Esta costumbre no solo fomenta la camaradería y la conexión entre las personas, sino que también ha sido fundamental para las respuestas comunitarias en tiempos de crisis, como se observa con las Emergency Rooms. Estas salas de emergencia no solo responden a la actual crisis humanitaria, sino que son una extensión de la práctica cultural de cuidar al prójimo, especialmente a aquellos en situaciones más desesperadas. Esta tradición de hospitalidad y cuidado comunitario ha sido esencial para sostener a las comunidades sudanesas en tiempos de gran necesidad
El Acuerdo de Jeddah, firmado el 11 de mayo de 2023, representó un esfuerzo significativo para priorizar la protección de la población civil y facilitar el acceso humanitario en Sudán. Este acuerdo fue respaldado por actores internacionales clave, incluidos Estados Unidos y Arabia Saudita. Estipula que se debe permitir el paso seguro y sin trabas de la ayuda humanitaria a través de fronteras y líneas de conflicto, garantizando así que los suministros vitales puedan llegar a las poblaciones necesitadas.
A pesar de estos compromisos, ha habido numerosas violaciones del acuerdo. Se han reportado casos donde las partes en conflicto han bloqueado rutas críticas, impidiendo que alimentos y medicamentos lleguen a las personas que más lo necesitan. Además, han surgido múltiples iniciativas de mediación y esfuerzos de incidencia política para abordar la crisis. La Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo (IGAD), encabezada por el presidente de Kenia, William Ruto, ha intentado mediar en el conflicto, aunque enfrenta limitaciones debido a la exclusión de actores clave como Chad y Egipto. Estos países, afectados por el flujo de refugiados desde Sudán, crearon la Iniciativa de Países Vecinos, organizando una cumbre en El Cairo para coordinar esfuerzos regionales.
Paralelamente, la Unión Africana (UA) ha promovido una iniciativa enfocada en proteger a los civiles y planificar una transición democrática a largo plazo, aunque su influencia ha sido limitada debido a la diversidad de iniciativas en juego. La Misión de la ONU en Sudán (UNITAMS) y otras entidades internacionales también han participado en la mediación, intentando unificar los esfuerzos dispersos bajo un mecanismo extendido que incluye a unos 25 estados y organizaciones regionales. Estos múltiples foros de mediación y los intentos de unificar las diversas iniciativas enfrentan desafíos debido a la falta de voluntad política de las partes en conflicto y la fragmentación de los esfuerzos internacionales. La falta de coordinación y los intereses divergentes de los mediadores han dificultado la implementación efectiva del Acuerdo de Jeddah y otros esfuerzos de paz, dejando a la población civil en una situación extremadamente precaria.
La Resolución 2724 del Consejo de Seguridad de la ONU destaca la importancia de proteger las infraestructuras civiles críticas, como granjas y mercados, que son esenciales para la supervivencia de la población. En Sudán, se han registrado numerosos ataques devastadores a estas infraestructuras. Por ejemplo, en la región de Darfur, varios mercados locales han sido completamente destruidos, lo que ha dejado a miles de personas sin acceso a alimentos básicos. Estos ataques no solo han eliminado las fuentes de ingresos para muchas familias, sino que también han contribuido a la escasez de alimentos y al aumento de los precios, exacerbando la crisis humanitaria.
Además, se han reportado daños significativos en instalaciones agrícolas, como campos de cultivo y sistemas de riego, que son fundamentales para la producción de alimentos. La destrucción de estas infraestructuras no solo afecta la disponibilidad inmediata de alimentos, sino que también tiene un impacto a largo plazo en la capacidad de recuperación económica de las comunidades afectadas.
La comunidad internacional ha insistido en que todas las partes en el conflicto deben cesar estas agresiones y cumplir con las normas del derecho internacional humanitario, que prohíben explícitamente los ataques a infraestructuras civiles. La protección de estos recursos es esencial no solo para la supervivencia diaria, sino también para la estabilidad y el futuro desarrollo de las comunidades afectadas.
En abril de 2024, la Conferencia Internacional Humanitaria de París comprometió 2 mil millones de dólares para la respuesta humanitaria en Sudán, aunque las necesidades reales se estiman en 4.1 mil millones de dólares. Organizada por Francia, Alemania y la Unión Europea, la conferencia reunió a representantes de 58 países, agencias de donantes, organizaciones de la ONU y otras entidades humanitarias para abordar la crisis. Los fondos están destinados a varias áreas clave: en el sector salud, se incluyen la construcción y reparación de hospitales dañados, el suministro de medicamentos esenciales y la capacitación de personal sanitario, además del fortalecimiento de servicios de salud mental y apoyo psicosocial para víctimas de violencia de género y otros traumas. En cuanto a la nutrición, se han implementado programas de emergencia para distribuir alimentos y suplementos nutricionales, enfocados en niños menores de cinco años y mujeres embarazadas y lactantes, incluyendo la rehabilitación de instalaciones de almacenamiento y distribución de alimentos. También se abordan necesidades críticas en infraestructura de agua y saneamiento, beneficiando a 5.6 millones de personas que requieren acceso a suministros de agua potable y servicios de saneamiento. Estos esfuerzos reflejan un compromiso significativo, aunque insuficiente, para cubrir todas las necesidades urgentes en el país.
Los programas de transferencia de efectivo han demostrado ser una herramienta efectiva para mejorar la seguridad alimentaria en medio de la crisis. En febrero de 2024, más de 167,400 personas recibieron esta forma de asistencia, lo que les permitió comprar alimentos y otros bienes esenciales. En regiones donde la inflación ha elevado dramáticamente los precios de los alimentos, esta ayuda ha sido crucial. Las familias beneficiarias han reportado una mejora significativa en la calidad y diversidad de sus dietas, permitiéndoles acceder a alimentos nutritivos que de otro modo serían inasequibles. Además, se ha observado una disminución en las tasas de desnutrición infantil en las áreas donde se implementaron estos programas, subrayando su impacto positivo.
El conflicto ha exacerbado la vulnerabilidad de las mujeres, quienes enfrentan un aumento alarmante en los casos de violencia sexual. Se han reportado numerosos incidentes de violaciones en público, a menudo acompañadas de insultos étnicos, especialmente en ciudades como El Geneina. La organización Human Rights Watch ha documentado estos casos, subrayando la gravedad de la situación. Estas agresiones son aún más problemáticas debido a la falta de asistencia sanitaria adecuada y apoyo psicosocial para las víctimas. Muchas instalaciones médicas han sido atacadas o destruidas, limitando severamente el acceso a la atención necesaria para tratar tanto las heridas físicas como los traumas psicológicos. La respuesta humanitaria debe enfocarse en brindar el apoyo integral que estas víctimas necesitan, asegurando un acceso seguro a servicios de salud y apoyo emocional.
La declaración de hambruna en Sudán no solo subraya la gravedad de la situación humanitaria en el país, sino que también marca un momento crucial en la historia de la asistencia humanitaria global. Esta crisis ha alcanzado proporciones tan alarmantes que requiere una respuesta inmediata y coordinada a nivel internacional. Sudán, un país con una rica diversidad cultural y una tradición de hospitalidad, ha sido durante mucho tiempo un refugio para millones de refugiados provenientes de naciones vecinas como Eritrea, Chad y la República Centroafricana. Este mismo país, conocido por su resiliencia y solidaridad, ahora se encuentra atrapado en la peor crisis alimentaria de su historia.
El conflicto prolongado, la inestabilidad política y la reciente escalada de violencia han combinado sus fuerzas para someter a la población a una angustia sin precedentes. Las imágenes de familias desplazadas, comunidades sin acceso a alimentos básicos y niños desnutridos son un recordatorio conmovedor de la urgencia con la que se deben tomar medidas. La comunidad internacional tiene una responsabilidad ineludible de actuar con la mayor rapidez y eficacia para proporcionar la asistencia necesaria, desde el suministro de alimentos y medicinas hasta el apoyo psicológico y la reconstrucción de infraestructuras vitales.
En este contexto, el proverbio africano "Cuando dos elefantes se pelean, es la hierba la que muere" cobra un significado profundo. Sin embargo, aunque el proverbio no lo dice, hay esperanza: la hierba puede recrecer con una fuerza renovada. La resiliencia y el espíritu del pueblo sudanés son testimonio de esta posibilidad. A pesar de los desafíos inmensos, Sudán ha demostrado una capacidad notable para superar adversidades y reconstruirse. Esta fortaleza es un ejemplo inspirador para el mundo entero.
Las decisiones que tomemos ahora, en estos momentos críticos, tendrán un impacto duradero en la vida de millones de personas y en el futuro de Sudán. Es fundamental que nuestras acciones reflejen un compromiso genuino con la humanidad y la justicia. La historia juzgará nuestra capacidad para responder con compasión y determinación frente a esta catástrofe. Solo a través de un esfuerzo global coordinado y una respuesta decidida podremos salvar vidas, aliviar el sufrimiento y restaurar la esperanza en un país que ha enfrentado desafíos inmensos, pero que aún tiene la fortaleza y el espíritu para superar esta crisis devastadora.