Los problemas de la gobernanza mundial y europea en materia de seguridad sanitaria ante la pandemia de COVID-19

2020

Daniel López Acuña
Médico. Epidemiólogo. Ex Director de Asistencia Sanitaria en Situaciones de Crisis de la Organización Mundial de la Salud. Profesor Asociado de la Escuela Andaluza de Salud Pública

Desde el inicio de la pandemia de COVID-19 en Wuhan, China, en diciembre de 2019, los mecanismos de gobernanza de la seguridad sanitaria mundial, basados fundamentalmente en el Reglamento Sanitario Internacional aprobado en 2005 por los Estados Miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS), han mostrado importantes debilidades que han afectado a la gestión mundial de la pandemia y que deben ser resueltas para poder contar con mecanismos más robustos de acción coordinada mundial ante fenómenos de esta naturaleza.

A ello ha seguido la debilidad y la insuficiencia de los mecanismos de gobernanza europea en materia de seguridad sanitaria ante una pandemia como la de COVID-19, ya que ni a través del Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC por sus siglas en inglés) ni de las políticas y acciones en salud de la Comisión Europea se ha logrado tener una adecuada coordinación, ni una convergencia efectiva de medidas de salud pública.

Ha habido acopio y diseminación de información, elaboración de lineamientos y recomendaciones técnicas -algunas de ellas muy tardías y cambiantes-, coordinación de estudios multicéntricos para evaluar la eficacia de diversos tratamientos e intentos por impulsar mecanismos solidarios multilaterales para hacer efectivo el acceso a las vacunas que están en desarrollo. Pero han hecho falta acciones coordinadas, suficientemente anticipatorias, para frenar la pandemia, para establecer medidas restrictivas y regulaciones de viajes y cierres de fronteras, para hacer recomendaciones tajantes y para llamar a cuentas a los países que han ido a su aire. En esencia, ha habido debilidad en el ejercicio del mandato constitucional de autoridad sanitaria mundial por parte de la OMS y total ausencia de autoridad sanitaria europea ante un problema sanitario que afecta simultáneamente a múltiples países.

Son muchos los problemas que cabría señalar, pero fundamentalmente, tanto a nivel mundial como europeo, ha quedado de manifiesto una impotencia para el ejercicio de la autoridad sanitaria supranacional que, en el caso de una pandemia, supere las limitaciones de las soberanías basadas en un concepto político de Estado-Nación, cuando la realidad epidemiológica global y paneuropea no distingue fronteras y hace necesario trascenderlo.

A ello se agrega el hecho de que el 65% de los países del mundo no cuentan con las capacidades básicas que deberían tener a punto para cumplir con las disposiciones obligatorias del Reglamento Sanitario Internacional y no se toman medidas ni coercitivas ni de apoyo suficiente para su desarrollo. Esto ya quedó claramente evidenciado durante la epidemia de ébola en África Occidental y ha sido una de las debilidades mundiales, que ha impedido contar con los dispositivos e infraestructura necesarios para desempeñar las funciones esenciales de salud pública que los gobiernos nacionales, regionales y locales deben poner en práctica para garantizar una seguridad sanitaria fundamental.

En suma, estamos ante una situación en la que no se cuenta con un verdadero bien público global (y para los efectos, europeo), que garantice de manera contundente no sólo la alerta, sino también la capacidad de respuesta multilateral a problemas como la pandemia, que afectan a todos los países.

Por todo lo anterior, será muy importante contar con un informe pormenorizado del Panel Independiente, que está efectuando una evaluación de la gestión de la pandemia por parte de la OMS y que incluye una revisión de la pertinencia y necesidad de reforma del Reglamento Sanitario Internacional. Esto ha sido mandatado por la Asamblea Mundial de la Salud en mayo de 2020 y deberá entregar sus resultados en mayo de 2021.