Se estima que el 22% de las personas que viven en zonas de guerra padecen diversas formas de trastornos de salud mental y psicosocial, como consecuencia del trauma de la guerra y la violencia vivida. Sin embargo, muchas de las zonas en conflicto en el mundo se encuentran en países en los que los recursos médicos para tratamientos de salud mental y psicosocial son frágiles o inexistentes.
Cuantificar los efectos tangibles en la población palestina de las décadas de ocupación israelí es una tarea relativamente sencilla. Desde 2009, más de 12.380 personas han sido expulsadas forzosamente3, mientras las demoliciones de estructuras como escuelas, casas, cocinas o establos, han aumentado una media del 20% al año desde 2017. Sin embargo, lo más difícil de cuantificar ha sido el efecto en la salud mental y psicosocial del nivel de coerción que han facilitado las políticas y prácticas de los sucesivos gobiernos de Israel, la Administración Civil y el ejército, y de la violencia de los colonos contra la población palestina. Para la población palestina que vive en comunidades vulnerables en las áreas B y C, donde prácticamente no existen permisos de construcción expedidos por autoridades israelíes, y cuya proximidad con los asentamientos de colonos en constante crecimiento constituye una amenaza tanto física como existencial, esta presión continua forma parte de un proceso crónico y sistemático destinado a crear un entorno inhabitable para las comunidades palestinas y forzarlas a irse a otras zonas.
El efecto en la salud mental y psicosocial de la exposición a este contexto suele ser un factor oculto de los desplazamientos de comunidades. De hecho, es un factor que se suele pasar por alto en la documentación de las vulneraciones de derechos humanos, crímenes con arreglo al derecho internacional y la exigencia de responsabilidades.
Los datos recopilados en las entrevistas realizadas para el informe con miembros de las diez comunidades estudiadas mostraron que, para todas las edades y sexos, las principales categorías de efectos evaluados son:
La gran mayoría de las personas encuestadas manifestaron que sentían una angustia constante y una sensación general de que sus vidas, y las vidas de sus seres queridos, podían terminar en cualquier momento. También era común la percepción de sentir amenazada su capacidad para llegar a fin de mes, ganarse la vida y proteger sus rebaños, sus campos y sus bienes y pertenencias, como casas, depósitos de agua y coches. Las preocupaciones principales de muchas de las personas residentes en el Área C (dedicadas al pastoreo y la agricultura) son el desplazamiento forzoso y la lucha contra el empobrecimiento. Casi la cuarta parte de las personas encuestadas (23%) afirmaron no tener ninguna esperanza en el futuro o que ni siquiera se planteaban pensar en el futuro.
Esa sensación prolongada de inseguridad, miedo e inestabilidad va acompañada de un dilatado sentimiento de injusticia y discriminación sistemática que puede traducirse en dolor físico. En cuanto a su capacidad para trabajar a diario, las personas entrevistadas indicaron que cualquier actividad que otros considerarían normal, como el trabajo, se vuelve prácticamente imposible por culpa del entorno coercitivo que les rodea.
A la pregunta de cómo reaccionaron a los momentos de choque y conflictos violentos que viven como consecuencias de las agresiones del ejército israelí y los colonos, cerca del 80% de las personas encuestadas contestaron que sintieron estrés y miedo extremo, y algunas de ellas afirmaron explícitamente que temieron por sus vidas.
Al evaluar el sentimiento de seguridad y la capacidad de decidir sobre sus vidas, cerca del 60% de las personas palestinas encuestadas manifestó que sentían que no había nada que pudieran hacer para proteger a sus familias cuando vivían ataques de colonos y demoliciones. Las aspiraciones fundamentales de las personas encuestadas son sentirse a salvo en casa, tener estabilidad y acceso a la educación.
En cuanto a las niñas y niños entrevistados, la mayoría sentían un miedo muy agudo que afecta a su vida cotidiana, como poder jugar fuera o llegar hasta el colegio sin tener que sentir ansiedad, revivir eventos traumáticos o sentirse inseguros en todo momento. Otros refirieron ira y pesadillas.
Estos problemas no son nuevos, pero documentarlos y hacer un seguimiento es crucial para medir la gravedad de las vulneraciones de los derechos humanos de la población palestina por parte de Israel, y constatar que dejan cicatrices, tanto físicas como mentales y psicológicas en cada generación palestina que vive sometida a la discriminación sistémica y la opresión por décadas de ocupación. Es por todo ello que, es necesario abogar por una intervención humanitaria que promueva el desarrollo a largo plazo de instituciones esenciales, como la atención sanitaria, y la inversión en infraestructuras básicas, capacitación y desarrollo profesional de personal sanitario para resolver los desafíos de salud mental y psicosocial y de bienestar de la población palestina.